viernes, 3 de octubre de 2008

El colegio médico dominicano y su acto terrorista

Hacer reclamos en una sociedad sumida en el subdesarrollo es prácticamente normal. Pero cuando esos reclamos no son atendidos ni escuchados por las autoridades es realmente preocupante. La disidencia fortalece la democracia porque permite la manifestación y el encuentro de criterios dispares que una vez concertados aportan ideas claras a soluciones que beneficien a la mayoría o a una parte importante de la sociedad.

La intolerancia de las autoridades es inadmisible en sistemas democráticos. Las demandas de la clase médica dominicana son el producto de una insatisfacción salarial que al parecer no está dentro de los puntos de agenda del actual gobierno. La realidad es que los pírricos salarios devengados por los galenos, resultan absurdos no solo para ellos si no para toda una sociedad que conoce y respeta la vocación de servicio y el trabajo tesonero que desempeñan. Sobretodo cuando esa ciudadanía se percata de los salarios lujosos de que son beneficiarios algunos “funcionarios” con los impuestos que paga el pueblo.

Ocupar de manera pacífica la Secretaría de Salud Pública para enrostrarle a su incumbente el derecho a ser escuchados y atendidos, llegando incluso a su mismo lugar de trabajo para evitarle la fatiga de trasladarse a otro punto, al parecer fue una osadía atemorizante. Entendieron la agresión como respuesta a un clamor, violentaron todos los derechos fundamentales que garantiza la constitución de la República, y acordonaron con armas las palabras que aún no habían sido pronunciadas. Esposados, como auténticos delincuentes estaban los profesionales de la salud. En primera plana de los diarios rodeados de hombres con armas largas vimos a los miembros del colegio médico dominicano. Uno se indigna, se le quiebra la garganta y le tiembla el puño de impotencia frente al abuso y al irrespeto.

Fueron tratados como terroristas de wall street, como delincuentes de un sistema cuyos verdaderos transgresores están sentados en un escritorio orquestando cobardemente actos de esta naturaleza. Porque en este “régimen democrático” ahora la concepción de terrorismo se equipara a demandan sociales y reclamos pacíficos.

Faride Raful

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