A mi amiga Silvia García
Por Licda. Faride Raful
Estas últimas semanas han estado impregnadas, al menos en lo personal, de las miserables manifestaciones humanas. Hay tiempos así, donde a veces sentimos y somos testigos de comportamientos humanos maravillosos en su generosidad e ilimitado amor. Pero otras veces, como en los últimos días, son días decepcionantes porque ves de frente el egoísmo y la mediocridad de que podemos ser capaces. En este sistema político y partidario a veces pasamos de un extremo a otro en cuestiones de segundo.
Hace ya algunos años, para contar tan solo una de tantas anécdotas que mi subconsciente archiva, una persona a quien estimo y he aprendido a querer en estos avatares donde el mas puro a veces suele ser perverso, decidió participar con aspiración legítima a una regiduría por la zona que le correspondía. Su aspiración era simplemente el producto de casi 20 años de trabajo comunitario, de sacrificio, de liderazgo real, de capacidad profesional, de amor a las bases, de lealtad a su partido, de hospitalidad en su hogar, de entrega a sus convicciones, de esperanza y generosidad. Yo, que la aprendí a conocer unos años después, entendí que sus aspiraciones en ese momento, ya pasado, no significaron nunca una aspiración en términos económicos si no una coronación al trabajo tesonero que había desempeñado a lo largo de tantos años con su firme vocación de servir. Y como era de esperarse ganó, contra todos los pronósticos de quienes torpedeaban su candidatura, ganó con votos, con alegría con el regocijo del sector a quien dignamente representaba sin tener ninguna posición política remunerada. Ganó en las calles con los compañeros, de casa en casa, con su familia, y probablemente sin dinero. Oh Dinero!
Su error fue vencer las conciencias endebles de quienes no tienen más que dinero. No le permitieron tomar posesión de su cargo. En medio de una cuestionada alianza política su candidatura le fue entregada a una dirigente de otro partido, que también años después traicionó esa alianza y se alistó en las filas del transfuguismo.
Ella continuó. Sin descanso, con dolor, pero continuó. Firme y con las puertas abiertas para todo el mundo. Al final de cuentas sabía que sin estar sentada en una Sala capitular o en una curul, era la representante de un sin número de personas que habían confiado en ella. Siguió apostando, creando y creyendo. Hace unos días, se discutía internamente dentro de su partido la designación por parte de la Secretaria a la que pertenece, del candidato que se presentaría para la diputación del PARLACEN. Eran muchos, y quizás ella la menos ávida en imponer su nombre. Las votaciones la dieron ganadora, iba a representar a la Secretaria Internacional dentro de las votaciones internas y definitivas de su Partido. Una vez más creó ronchas, quejidos y malestares, pero siguió humilde y afanosa su labor diaria.
Ayer, uno de los organismos de dirección de su Partido la sometió a votación contra decenas de aspirantes, y ganó. Y con ella ganaron todas las almas nobles que habitan este desolado planeta. Yo, que aprendí a quererla por su seriedad, su discurso, su sensibilidad social, su nobleza y su verdad, recuerdo hoy con alegría una frase simple que hace muchos años me retumba en la memoria, porque te incita a no desesperarte ante la perversidad y que se ha convertido en una de mis favoritas, “…seamos buenos de corazón, porque al final la vida compensa…”.
miércoles, 22 de octubre de 2008
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