viernes, 3 de octubre de 2008

Mujer

Clara Zetkin, líder del movimiento alemán de mujeres socialistas, promovió la celebración del día internacional de la mujer trabajadora utilizando como escenario la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, llevada a cabo en la ciudad de Copenhague en 1910.
Esto, acompañado del trágico incendio de la fábrica Triangle en la ciudad de NY donde fallecieron más de 140 trabajadoras, en el año 1911, aceleró el proceso de revisión acerca de las condiciones laborales en que se desarrollaban las mujeres. Y así fue gestándose a lo largo de toda Europa a través de la movilización femenina, el reclamo de igualdad y equidad de género, sobre todo en lo relativo a los derechos inherentes como seres humanos.

En la Carta de las Naciones Unidas, firmada en San Francisco en 1945, se proclamó por primera vez que la igualdad de sexos era un derecho humano fundamental, logrando durante todos estos años que la participación del género femenino sea respetada y equitativa.
Este día debe ser para nosotras motivo de reflexión para plantearnos nuevos retos y agradecer a nuestras predecesoras que se atrevieron en sociedades extremadamente conservadoras a destacarse a través de su inserción en el mercado laboral, profesional, político y social. Siempre he entendido que el radicalismo extremo es indicio de las mayores perversidades sociales. Siendo mujer nunca he enarbolado la bandera del feminismo rampante para la defensa de los derechos que nos corresponden como persona, porque entiendo que las oportunidades deben ser la misma sin distinción de género, sin que ser mujer implique nivel de inferioridad alguna para su desarrollo integral, pero tampoco nivel de superioridad absoluta de ella sobre el hombre.
El tema resulta complejo, porque debemos partir de las diferencias físicas y síquicas entre un género y otro, y cuando se hace este tipo de análisis debes identificar las debilidades y las fortalezas entre ambos. Las luchas por las reivindicaciones sociales deben partir de crear las mismas oportunidades en todos los ámbitos. Y nuestra lucha como mujer, debe ser para que el sistema sea respetuoso de nuestra dignidad y nuestros valores. Para la consecución de esto, tenemos que seguir haciendo grandes esfuerzos para demostrar nuestras capacidades y actitudes, porque aun a pesar de todos los avances que hemos logrado a través de la historia de la humanidad, somos el blanco fácil de cualquier descalificativo moral e intelectual. Tenemos que mantenernos estoicas y bravas para defender nuestras creencias, nuestra pluralidad de funciones, nuestra femineidad que nos hace tan especiales y diferentes. Tenemos que seguir defendiendo y luchando por la integridad sin degradarnos a abismos de tinieblas imperdonables.
Cada mujer, con sus circunstancias y su historia debe ser precedente de lo que su libertad determine para ser feliz, sin dejar de recordar que con cada paso que de, estará allanando el camino para las damas que vienen detrás. Cada quien es ejemplo para alguien insospechado y quizás desconocido. Nuestra misión y nuestros sueños son innegociables no sólo como mujeres, si no como seres humanos y estoy totalmente convencida, de que los roles sociales no son determinantes, si no determinables por el accionar de cada uno de nosotros. Los patrones varían pero la esencia sigue intacta.

Faride Raful

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